Hoy la realidad es otra, la vieja ciudad no existe. Y sobre estas viejas bases se pudo reconstruir la nueva Valparaíso. En los antiguos edificios se encuentran la novedad de la zona, los hoteles boutique, que tienen vista al mar, galerías de arte y lo mejor de la gastronomía chilena ya que es impresionante la variedad de mariscos y pescados que figuran en sus excelentes cartas.
Una curiosidad de la zona son los ascensores o funiculares, que sirven para subir los cerros. El Peral es uno de los más conocidos, otro de ellos es Polanco. Polanco es un verdadero elevador, los otros son funiculares que suben y bajan por los cerros de Valparaíso desde el año 1900. En la actualidad de los 35 originales solo funcionan 13 y aunque parecen destartalados y hasta casi inseguros, quédense tranquilos porque son controlados y funcionan correctamente.
A través de estos ascensores o funiculares se unen las dos partes de la ciudad, el plan y los cerros. El plan es la franca de pocas cuadras que se encuentran en terreno plano justo debajo de donde empieza la empinada de los cerros. En el plan la vida es ruidosa y movida, llena de vendedores ambulantes. El plan nos brinda la opción de tomarnos un tren moderno y privado con el que podemos arribar a Viña del Mar. El otro lado de Valparaíso está formado por sus cerros en donde llegan pocos autos y la mayoría de ellos son taxis.
Al ser una ciudad de origen portuaria, Valparaíso fue receptora de muchos inmigrantes, ellos junto a los locales se acostumbraron a convivir en armonía. Y juntos emprenden nuevos proyectos. Un ejemplo de ello es el futuro Hotel del Vino (en la calle Papudo). Es una casona del año 1850, que tuvo sus orígenes como un templo destinado a ceremonias religiosas y pronto se convertirá en el templo del vino.
Para más datos podes consultar con la Revista Lugares.