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Mis Impresiones Sobre Nueva York

Un Times Square que renace a la caída del sol, la majestuosidad de la Grand Central Terminal, la diversidad de los museos, la elegancia del Upper Side, y por fin el Central Park son algunos de los lugares que recorre este último paseo por la ciudad.

Times Square, a la caída del sol

La esquina más luminosa del mundo, por Andrés Valente

Cuando llegué a Nueva York por primera vez sabía que iba a tener poco tiempo para conocer la ciudad. Entonces en unas pocas horas quise ver dos o tres atracciones clásicas y aterricé en pleno Times Square a las dos de la tarde de un lunes. No encontré nada que me sorprendiera. Miré desde varios puntos y hasta me sentí culpable por pensar que “la esquina más famosa” del mundo era –sencillamente- una esquina más. Me volví al hotel desilusionada.

Unos días después, mientras buscaba una excusa perfecta para saltearme otro aburrido after-office, se me ocurrió volver.

Eran las ocho de la noche de un día de invierno. Me acordé que uno de los negocios más grandes de Times Square era la famosa juguetería Toys “R” US y allí fui en busca de algunos regalos.

Cuando salí del metro, el mismo que me había tomado unos días atrás, no podía creerlo. Me bajé en cualquier lado, pensé. Pero no, era la misma deslucida esquina de la vez anterior. La gran diferencia eran las luces. Ahora todo estaba vivo, titilaba, se prendía y apagaba, cambiaba de forma, mostraba imágenes de todo tipo.

Las luces de las marquesinas gigantes contrastaban con la oscuridad de la noche, las vidrieras se habían encendido e inundaban todo de color. La gente entraba y salía de los teatros. Nunca me hubiera imaginado que la caída del sol haría la diferencia.

Entré en la juguetería y sentí que no me iba a alcanzar la noche para verla toda. En ese momento, solo tenía un sobrino y la mayoría de mis amigos tampoco tenía hijos, pero para cuando llegué al segundo piso, ya tenía un canasto lleno de cosas que no tenían destinatario.

Lo mismo ocurrió cuando pasé por el local de Disney o el de Hello Kitty, esa gata que inventaron los japoneses el mimo año en que yo nací, y hoy todavía hace furor en las nenas como mi hija Olivia, que la quiere hasta en las curitas.

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