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Viajes Baratos a Estambul

A las 10AM subimos a la terraza del hotel para descubrir en qué consistía el desayuno… Pan árabe, manteca, queso feta, aceitunas, huevo duro, pepinos y tomates en rodajas. (En breve entendería que éste sería el menú por todo medio oriente).

Con celeridad partimos a la aventura, que nos esperaba a pasos de nuestro albergue. Apenas cruzando el bazaar que bordea la Mezquita Azul (Sultan Ahmet Camii) enormes jardines plagados de tulipanes de todos los colores. Aparentemente son originarios de Turquía y los holandeses los exportaron de aquí. Tengo la suerte de estar en Estambul JUSTO cuando se lleva a cabo la fiesta anual del Tulipán! Una embriaguez de colores, entre las gamas de las flores, combinadas en muchas ocasiones con Pensamientos… y muchos gatos. Por todos lados.

El Estrecho del Bósforo, que va desde el Mar de Marmara hasta el Mar Negro, separa Asia de Europa. En la rivera occidental, la Estambul Europea, se encuentra a su vez dividida por el “Cuerno de Oro” (Haliç) que la separa entre el Viejo Estambul en el Sur y Beyoglu, la moderna, al Norte.

Sultanahmet es el corazón del Viejo Estambul y aloja los palacios, mezquitas, iglesias y hammams (baños turcos) más celebres del lugar. Así que a pasos de nuestro hostal teníamos para entretenernos por varios días.

Llegamos al Aya Sofya. (También llamada Haghia Sofía y Sancta Sophia). Un edificio descomunal cuya construcción se llevó a cabo por orden del Emperador Justiniano en un esfuerzo por restaurar la grandeza del Imperio Romano. La misma se terminó en el año 537 y permaneció como la iglesia más importante de la cristiandad hasta la conquista otomana de 1453. La iglesia fue entonces convertida en Mezquita, agregándole las mineritas (pilares externos que tienen todas las mezquitas), y tapando las figuras sagradas realizadas en mosaicos bizantinos, ya que el Islam prohíbe la iconografía en sus templos. Estos mosaicos no fueron destapados sino hasta la década del 1930 cuando Ataturk la declaró Museo.

Mucha gente en la puerta vendiendo desde roscas de pan cubiertas en sésamo, mazorcas de maíz, castañas y ofreciendo sus servicios como guía dentro del museo.

Su apariencia externa es cautivante pero no se compara con su interior. Ingresar sabiendo que en ese mismo piso hay más de 1500 años transitados por diversas culturas, no termina de acomodarse dentro de uno mismo. Enormes puertas de madera maciza dan acceso a la gran sala central, desde donde se pueden apreciar sus ventanales descomunales en diversos colores. La cúpula es una obra de arte en sí misma, y aunque en el momento que fui estaban trabajando en ella y habían andamios colocados, se podía ver en detalle.

Grandes “discos” cuelgan en cada uno de los puntos cardinales con el nombre en árabe de los profetas islámicos y Allah. Subiendo una escalera se llega a “La Galería” donde se encuentran las figuras sagradas realizadas en mosaicos. Una sorpresa fue para mí descubrir que una de las imágenes de Jesús es la “típica” que se ve en tantas estampas. Muchos de estos mosaicos han podido ser parcialmente descubiertos, dado que los años que llevan cubiertos los hicieron frágiles para trabajar con ellos. Desde las barandas del piso superior se observa la sala principal.

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